lunes, 6 de agosto de 2007

HISTORIAS DE AXE.



Mis amigas y yo habíamos formado dos bandos. Las amantes del Axe Fraîche (entre las que me contaba) y las del Axe Marine. Compréndase que sólo teníamos quince años. Obviamente nuestra preferencia estaba dada por la elección de nuestro objeto de deseo del momento. Sin embargo, y sin pretender extenderme demasiado en una teoría absolutamente berreta y sin sustento, el hecho de convertirnos en "hinchas" de una fragancia tenía que ver con que definían dos tipos de hombre absolutamente distintos, a saber:
Hombre Axe Fraîche: lo suyo no era el estudio, había repetido varias veces el mismo año, circulado por varias escuelas de la ciudad por su mala conducta, o, lisa y llanamente había abandonado los estudios, para dedicarse a trabajar o ... a nada. Infiel, mentiroso, capaz de hacerse el novio solo para cogerte. Hoy se lo puede ver llenos de hijos (con muchos a cuestas y quizás otros tantos pululando por ahí , aun sin gozar de su apellido). Vocación: repositor de supermercado o pibe chorro.
Hombre Axe Marine: lo que se dice un chico de bien, estudiante promedio, apto para novio. Terminó la escuela y quizás estudió algo. Un buen pibe.
Claro que como ya dije, esta teoría no tiene ningún tipo de sustento. Jorge, el novio de Laurita era un hombre Axe Fraîche (o al menos compartía muchas de sus características) que usaba Axe Marine. Y ella tenía un frasco de este último desodorante, todas teníamos una botellita de la fragancia de nuestro "amor" y rociábamos con ella todo lo que estuviera a nuestro alcance. Preferentemente era alguna prenda prestada por el sr. en cuestión, supongamos un buzo, que llevábamos a todos lados.
Pero Laurita, encontró mejor destino para el Axe. Después de algunos intentos de perder su virginidad, sin lograr Jorge penetrarla, decidió terminar el trabajo ella misma. Ella lo contaba como quien explica a una amiga la forma de colocarse el primer tampón sentada en el bidet y remataba diciendo:
- Yo perdí mi virginidad con un Axe Marine.
Desconozco si esto en verdad fue de esa manera. Desconozco también cuántas otras veces se valió Laurita de su Axe Marine, mis amigas y yo éramos lo suficientemente moralistas e inquisidoras a los quince y, como un gesto vale más que mil palabras, aunque no condenamos abiertamente sus prácticas con el desodorante, ella no volvió a hablar del tema. Una verdadera pena.

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