jueves, 9 de agosto de 2007

MI PRIMERA VEZ (2ª Parte).

Fuimos a un restaurant chiquito y lindo. Comimos, charlamos, lo pasamos bien. Nos fuimos. Esa noche mi decisión estaba tomada, me había depilado. Sin embargo, desaproveché cualquier oportunidad que se pudo presentar para allanarme el camino, esto es, poner a D. al tanto de mi situación. De hecho, creo que estuve toda la noche pensando si se lo diría, y, en su caso, como lo haría. Porque claro, no es algo fácil explicarle a alguien que apenas se conoce el por qué no antes y con otros y por qué sí ahora y con él.
Creo que yo estaba demasiado inmersa en mis debates mentales como para darme cuenta de que D. había interpretado nuestro último encuentro como un "vamos mas despacio". Lo cierto es que cuando fuimos a buscar un taxi, él dijo algo de tomar un café, o de irnos a dormir (cada uno por su lado). Sólo sugirió finalmente que fuéramos a su casa, creo yo, porque de alguna manera, yo -con mi decisión ya tomada- terminé empujándolo a eso. Cuando dije eso de verme envuelta en situaciones que no puedo manejar, olvidé mencionar que, en el 90% de las veces, soy yo misma la que provoco esas situaciones.
Ya en su casa, ya en su habitación nos besamos, nos sacamos la ropa, nos tocamos. De nuevo me dejé llevar, pero seguía dando vueltas la idea de si correspondía avisar a D. que era virgen. Me puse otra vez en un rol pasivo, dejarme hacer y disfruté cada caricia, cada beso. Dimos varias vueltas enroscados en la cama y yo pocas veces atiné a tocarlo a él, con mi torpeza, esperaba que fuera él quien me guiara. Finalmente me dejó acostada boca arriba y empezó a recorrer mi cuerpo con su lengua, desde la cara hasta mi entrepierna. Me besó la ingle, amagó a seguir, pero bajó un poco por mis piernas,... y volvió a subir. Ahora sí, empezó lamiéndome suave, se acomodó, con sus manos abrió mis labios y siguió chupando mi concha a un ritmo lento. Endureció la lengua y empezó a pasarla alrededor del clítoris, se ayudó con los dedos para descubrirlo y empezaron otra vez las lamidas, que después alternó con algo de presión endureciendo nuevamente la lengua hasta que fue aumentando el ritmo y la presión. Sentía que estaba a punto de desmayarme, mi cuerpo entero acalambrado, mi mente acalambrada y sin pensar. Nunca me habían chupado así (yo era técnicamente virgen, pero había tenido algunos encuentros previos). Nunca había sentido tanto placer en manos de otra persona que no fuera yo. Y tuve esa sensación, para mi inexplicable, previa al orgasmo. Aun hoy, consciente de los tabúes que nos han impuesto a las mujeres con respecto al placer, no logro dominar esa sensación previa, no con todos, no siempre la dejo ser, no siempre termina en orgasmo. Esa noche sí, la dejé ser, la dejé completarse, mi primer orgasmo en manos de otra persona fue, debo decir, muy intenso. Y D. siguió, un rato más, hasta un segundo orgasmo. Y seguía. La idea de comunicarle mi virginidad había desaparecido, podía cogerme en ese momento, podía eso derivar en una carnicería (ideas que una crece escuchando sobre la sangre cuando se rompe el himen), realmente no me importaba.
Salió de esa posición, se puso encima mío, lo pude sentir, y entendí. Pocos hombres he conocido que le pongan tanto empeño al sexo oral desinteresadamente. Cuando digo desinteresadamente, me refiero a que efectivamente disfruten chupando una concha sin especular con la devolución de gentilezas... o sin necesitar hacerlo.
Quedamos entonces acostados uno al lado del otro. El intentó la excusa de todo hombre, alegando que de verdad era la primera vez que le pasaba, dijo algo de que tenía muchas ganas de cogerme. Encontré la oportunidad, le pregunté si él había notado que yo era virgen. En aquel momento yo pensaba que cualquier hombre puede darse cuenta si una es virgen, pero claro, salvo que el señor en cuestión pueda detectar la falta de rotura de himen (única característica física pero no determinante de la virginidad femenina), la torpeza e inexperiencia, no necesariamente deben estar ligadas a la virginidad, sino que pueden ser lisa y llanamente torpeza e inexperiencia. El me dijo que lo había pensado, y que también había pensado que a lo mejor yo no estaba disfrutando. Segunda cosa que aprendí esa noche: un hombre al que no se le para está tan pendiente de eso, de su papel, de su mal desempeño sexual, que no presta ninguna atención a su compañera, digo, trata de satisfacerla, pero no observa los resultados.Seguimos un rato tirados en la cama, charlando de nada, contándole yo de anteriores experiencias, tranquila por haber podido poner en palabras lo que me pasaba y especialmente, por haber sido clara. Intentó, como era de esperarse recibir recompensa oral a lo que me negué. Preguntó por qué no? a lo que respondí que porque no, porque me daba asco (si, asco!). D. me dijo, muy sabiamente, nunca digas nunca

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