jueves, 9 de agosto de 2007

MI PRIMERA VEZ.

Nos conocimos bailando tango. El era principiante, y de alguna manera u otra terminábamos siempre practicando juntos las nuevas figuras. Tantos años después no puedo decir con certeza si el hecho de que bailáramos juntos era una búsqueda mía, de él o mutua. Y creo que en aquella época tampoco era algo que tuviera demasiado claro, podía ver su acercamiento, pero no terminaba de comprender si su interés iba mas allá del baile. Después dejó de ir a las clases y pasaron algunos meses hasta que volvimos a encontrarnos. Esa vez sus intenciones eran claras, besos, intercambio de teléfonos.
Me invitó a comer a su casa y acepté. No tenía del todo claro hasta donde pensaba llegar yo, pero algo que siempre me caracterizó fue terminar envuelta en situaciones que no podía manejar, creo que, inconscientemente porque no quería manejarlas.
Comimos y después fuimos a la terraza donde intentó hacer conmigo algunos pasos de tango y tomamos unas cervezas a la luz de la luna. Esa noche, como excusa perfecta para mis miedos, la luna se veía gigante, era la noche que más cerca estuvo de la tierra en.. muchos años. Decidido, no se si D. me interesaba demasiado, no se si me calentaba, no se si estaba cómoda, pero definitivamente, la luna me indicaba que él tenía que ser, tenía lo especial que había estado buscando.
Yo había ido a esa casa sin intenciones de llegar más allá, al menos explícitamente, por eso no me había depilado (esa era mi trampa). Pero en un momento me dejé llevar y, so pretexto de masajes, terminamos en su habitación.
Tumbada boca abajo en su cama, me dejé hacer. Primero me sacó la remera porque - dijo- resultaba más cómodo para los masajes, cosa que no atiné a resistir. Después, y con la misma excusa desabrochó mi corpiño y lo dejé. Los masajes fueron increíbles y dejé de pensar. Me dio vuelta y me besó, se sacó la remera. Sentir su piel me excitó mucho, y espanté los pensamientos que venían -como siempre- a mi cabeza. Siguieron las caricias, siguieron bajando y me sacó la pollera. Me empezó a masturbar por encima de la bombacha, en verdad lo estaba disfrutando, me sentía ya bastante húmeda y volvieron los pensamientos. Ya no eran culpas, pero había un debate entre mi mente y mis ganas. No podía no decirle, o sí. Me pasaba esto, que ya había vivido varias veces, las ganas iban desapareciendo cuando empezaba a pensar si debía decirle o no que yo nunca había estado con nadie. Y ganó mi mente.
-No.
-Pero.. que pasa?- obviamente descolocado.
-....- absoluto silencio de mi parte. Pienso, dale boluda, ahora, decile. Pero no le digo nada.
-Pero... no entiendo, te gusta, se nota... no entiendo.
No se como siguió el diálogo, pero sí se que no le dije nada, y nos quedamos dormidos. Antes de irme quedamos en vernos. Supongo que él interpretó que esto iba demasiado rápido para mí y me llamó al día siguiente para invitarme a cenar, afuera.

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