martes, 14 de agosto de 2007

LA TERCERA ES LA VENCIDA.

Después de tantos intentos frustrados, quedamos con D. en vernos al día siguiente.
Fui a su casa nuevamente. Esta vez no hubo excusas ni preámbulos, fuimos directamente a su cuarto.
Habiendo pasado casi diez años de aquella noche no tengo mas que flashes e impresiones. No recuerdo una previa demasiado prolongada, algunos besos y caricias. Yo acostada boca arriba, él encima. Yo muy nerviosa, él intentando tranquilizarme, quizás con un "no va a doler". Yo queriendo relajarme y él ... se mandó. Yo dije:
- La re concha de tu madre.
Y el empezó a moverse, el dolor se fue, el placer... no llegó. Siguió moviéndose, empujó una de mis piernas acomodándola en su hombro. Creo que empecé a sentir algo, ese algo se vio enseguida opacado por un calambre en la pierna, calambre que nada tenía que ver con sensaciones previas al orgasmo, sino con la posición que D. me imponía como si fuera su muñequita inflable. Esta escena no duró, por suerte para mi anatomía, ni diez minutos, D. acabó.
Estoy segura de lo que pensé en ese momento: y esto era? No estoy segura de haber hecho un comentario al respecto, de hecho, no estoy segura de haber comentado nada de lo sucedido. Si recuerdo alguna insinuación de D. sobre si yo verdaderamente era virgen. No creo que su comentario haya sido motivado por mi forma de moverme -la cual fue absolutamente nula- supongo entonces que su idea tenía que ver con la ausencia de sangre. Ni una gota, las historias de desangramiento femenino que había escuchado no tenían nada que ver con lo que había vivido yo (aunque si lo viví después con un compañero posterior).
Fuimos al comedor, comimos algunas frutas, charlamos un rato, creo que no hubo mención de lo que había pasado hacía un rato. Nos empezamos a besar otra vez, me alzó y me llevó de nuevo a la pieza. Esta vez, repitiendo el ritual de la muñeca inflable, me puso encima de él y agarrándome las caderas empezó a marcar el ritmo. Otra vez recuerdo sensaciones, un espejo enfrente que me distraía, D., que dándose cuenta de eso me decía que me concentrara, yo empezando a sentir algo (no calambre, no dolor) y empezando a marcar mi propio ritmo. Sentí el placer que iba en aumento, me empecé a mover más rápido y finalmente, me desconcentré. No podía dejar de mirar el espejo, me ponía en lugar de espectadora. Si me desconcentro, pierdo el punto en el que estoy y tengo que volver a empezar, creo que empecé de nuevo varias veces. Después D. acabó otra vez y yo, obviamente no. No se si dije algo, pero supongo que mi cara habló por mí, él empezó a desplegar todo tipo de argumentos sobre la práctica, la concentración y una lista larga de etcs.
Después me masturbó, un rato largo, largo. Y acabé, chiquito, solamente como respuesta mecánica de mi cuerpo, no fue intenso, no fue explosivo, fue una resolución. Punto.
Me cambié para irme. Me invitó a dormir. Le dije que no bajo no se qué excusa. Al día siguiente me fui de viaje. No se si quería volver a verlo, pero creo que mi cara, mis gestos, mi comportamiento decían que no, y así lo entendió D., eso me lo dijo un tiempo después.

jueves, 9 de agosto de 2007

ACLARACIONES.

Falta la tercera parte, que ha quedado inconclusa.

MI PRIMERA VEZ (2ª Parte).

Fuimos a un restaurant chiquito y lindo. Comimos, charlamos, lo pasamos bien. Nos fuimos. Esa noche mi decisión estaba tomada, me había depilado. Sin embargo, desaproveché cualquier oportunidad que se pudo presentar para allanarme el camino, esto es, poner a D. al tanto de mi situación. De hecho, creo que estuve toda la noche pensando si se lo diría, y, en su caso, como lo haría. Porque claro, no es algo fácil explicarle a alguien que apenas se conoce el por qué no antes y con otros y por qué sí ahora y con él.
Creo que yo estaba demasiado inmersa en mis debates mentales como para darme cuenta de que D. había interpretado nuestro último encuentro como un "vamos mas despacio". Lo cierto es que cuando fuimos a buscar un taxi, él dijo algo de tomar un café, o de irnos a dormir (cada uno por su lado). Sólo sugirió finalmente que fuéramos a su casa, creo yo, porque de alguna manera, yo -con mi decisión ya tomada- terminé empujándolo a eso. Cuando dije eso de verme envuelta en situaciones que no puedo manejar, olvidé mencionar que, en el 90% de las veces, soy yo misma la que provoco esas situaciones.
Ya en su casa, ya en su habitación nos besamos, nos sacamos la ropa, nos tocamos. De nuevo me dejé llevar, pero seguía dando vueltas la idea de si correspondía avisar a D. que era virgen. Me puse otra vez en un rol pasivo, dejarme hacer y disfruté cada caricia, cada beso. Dimos varias vueltas enroscados en la cama y yo pocas veces atiné a tocarlo a él, con mi torpeza, esperaba que fuera él quien me guiara. Finalmente me dejó acostada boca arriba y empezó a recorrer mi cuerpo con su lengua, desde la cara hasta mi entrepierna. Me besó la ingle, amagó a seguir, pero bajó un poco por mis piernas,... y volvió a subir. Ahora sí, empezó lamiéndome suave, se acomodó, con sus manos abrió mis labios y siguió chupando mi concha a un ritmo lento. Endureció la lengua y empezó a pasarla alrededor del clítoris, se ayudó con los dedos para descubrirlo y empezaron otra vez las lamidas, que después alternó con algo de presión endureciendo nuevamente la lengua hasta que fue aumentando el ritmo y la presión. Sentía que estaba a punto de desmayarme, mi cuerpo entero acalambrado, mi mente acalambrada y sin pensar. Nunca me habían chupado así (yo era técnicamente virgen, pero había tenido algunos encuentros previos). Nunca había sentido tanto placer en manos de otra persona que no fuera yo. Y tuve esa sensación, para mi inexplicable, previa al orgasmo. Aun hoy, consciente de los tabúes que nos han impuesto a las mujeres con respecto al placer, no logro dominar esa sensación previa, no con todos, no siempre la dejo ser, no siempre termina en orgasmo. Esa noche sí, la dejé ser, la dejé completarse, mi primer orgasmo en manos de otra persona fue, debo decir, muy intenso. Y D. siguió, un rato más, hasta un segundo orgasmo. Y seguía. La idea de comunicarle mi virginidad había desaparecido, podía cogerme en ese momento, podía eso derivar en una carnicería (ideas que una crece escuchando sobre la sangre cuando se rompe el himen), realmente no me importaba.
Salió de esa posición, se puso encima mío, lo pude sentir, y entendí. Pocos hombres he conocido que le pongan tanto empeño al sexo oral desinteresadamente. Cuando digo desinteresadamente, me refiero a que efectivamente disfruten chupando una concha sin especular con la devolución de gentilezas... o sin necesitar hacerlo.
Quedamos entonces acostados uno al lado del otro. El intentó la excusa de todo hombre, alegando que de verdad era la primera vez que le pasaba, dijo algo de que tenía muchas ganas de cogerme. Encontré la oportunidad, le pregunté si él había notado que yo era virgen. En aquel momento yo pensaba que cualquier hombre puede darse cuenta si una es virgen, pero claro, salvo que el señor en cuestión pueda detectar la falta de rotura de himen (única característica física pero no determinante de la virginidad femenina), la torpeza e inexperiencia, no necesariamente deben estar ligadas a la virginidad, sino que pueden ser lisa y llanamente torpeza e inexperiencia. El me dijo que lo había pensado, y que también había pensado que a lo mejor yo no estaba disfrutando. Segunda cosa que aprendí esa noche: un hombre al que no se le para está tan pendiente de eso, de su papel, de su mal desempeño sexual, que no presta ninguna atención a su compañera, digo, trata de satisfacerla, pero no observa los resultados.Seguimos un rato tirados en la cama, charlando de nada, contándole yo de anteriores experiencias, tranquila por haber podido poner en palabras lo que me pasaba y especialmente, por haber sido clara. Intentó, como era de esperarse recibir recompensa oral a lo que me negué. Preguntó por qué no? a lo que respondí que porque no, porque me daba asco (si, asco!). D. me dijo, muy sabiamente, nunca digas nunca

MI PRIMERA VEZ.

Nos conocimos bailando tango. El era principiante, y de alguna manera u otra terminábamos siempre practicando juntos las nuevas figuras. Tantos años después no puedo decir con certeza si el hecho de que bailáramos juntos era una búsqueda mía, de él o mutua. Y creo que en aquella época tampoco era algo que tuviera demasiado claro, podía ver su acercamiento, pero no terminaba de comprender si su interés iba mas allá del baile. Después dejó de ir a las clases y pasaron algunos meses hasta que volvimos a encontrarnos. Esa vez sus intenciones eran claras, besos, intercambio de teléfonos.
Me invitó a comer a su casa y acepté. No tenía del todo claro hasta donde pensaba llegar yo, pero algo que siempre me caracterizó fue terminar envuelta en situaciones que no podía manejar, creo que, inconscientemente porque no quería manejarlas.
Comimos y después fuimos a la terraza donde intentó hacer conmigo algunos pasos de tango y tomamos unas cervezas a la luz de la luna. Esa noche, como excusa perfecta para mis miedos, la luna se veía gigante, era la noche que más cerca estuvo de la tierra en.. muchos años. Decidido, no se si D. me interesaba demasiado, no se si me calentaba, no se si estaba cómoda, pero definitivamente, la luna me indicaba que él tenía que ser, tenía lo especial que había estado buscando.
Yo había ido a esa casa sin intenciones de llegar más allá, al menos explícitamente, por eso no me había depilado (esa era mi trampa). Pero en un momento me dejé llevar y, so pretexto de masajes, terminamos en su habitación.
Tumbada boca abajo en su cama, me dejé hacer. Primero me sacó la remera porque - dijo- resultaba más cómodo para los masajes, cosa que no atiné a resistir. Después, y con la misma excusa desabrochó mi corpiño y lo dejé. Los masajes fueron increíbles y dejé de pensar. Me dio vuelta y me besó, se sacó la remera. Sentir su piel me excitó mucho, y espanté los pensamientos que venían -como siempre- a mi cabeza. Siguieron las caricias, siguieron bajando y me sacó la pollera. Me empezó a masturbar por encima de la bombacha, en verdad lo estaba disfrutando, me sentía ya bastante húmeda y volvieron los pensamientos. Ya no eran culpas, pero había un debate entre mi mente y mis ganas. No podía no decirle, o sí. Me pasaba esto, que ya había vivido varias veces, las ganas iban desapareciendo cuando empezaba a pensar si debía decirle o no que yo nunca había estado con nadie. Y ganó mi mente.
-No.
-Pero.. que pasa?- obviamente descolocado.
-....- absoluto silencio de mi parte. Pienso, dale boluda, ahora, decile. Pero no le digo nada.
-Pero... no entiendo, te gusta, se nota... no entiendo.
No se como siguió el diálogo, pero sí se que no le dije nada, y nos quedamos dormidos. Antes de irme quedamos en vernos. Supongo que él interpretó que esto iba demasiado rápido para mí y me llamó al día siguiente para invitarme a cenar, afuera.

YO QUE NACI CON VIDELA.

... yo que crecí sin poder. Soy de la generación del VIH. Crecí escuchando publicidades sobre que abrazar, besar y dar la mano no contagian la enfermedad. Crecí también escuchando a mi alrededor que el sexo es algo que debe hacerse con amor. Crecí pensando que mi primera vez tenía que ser con "él". Crecí pensando que mi primera vez tenía que ser especial. Crecí rodeada de moralina. Crecí, creo, con miedo al sexo. Las palabras amor, fidelidad, noviazgo, seriedad, sida, especial, "él" asustan a cualquiera.


Pasé mucho tiempo sintiendo culpa por permitir que alguien me tocara y por tocarme yo misma. Pasé tanto tiempo esperando, que nunca pude escuchar a mi cuerpo.


Fui virgen hasta los 20 años. Y me sentía torpe. Y era inexperta. No era virgen por elección, sino por circunstancias. Aun cuando había decidido liberarme de esa carga, me repetía a mi misma que debía ser con alguien que me diera - al menos, ya que no amor- comodidad. Había algo de cierto, sabía (creía) que no podía plantarme delante de cualquiera y decirle: soy virgen, te elegí a vos.


Y lo conocí a él, 10 años mayor. La excusa ideal, podía permitirme ser inexperta, podía permitirme ser torpe

lunes, 6 de agosto de 2007

HISTORIAS DE AXE.



Mis amigas y yo habíamos formado dos bandos. Las amantes del Axe Fraîche (entre las que me contaba) y las del Axe Marine. Compréndase que sólo teníamos quince años. Obviamente nuestra preferencia estaba dada por la elección de nuestro objeto de deseo del momento. Sin embargo, y sin pretender extenderme demasiado en una teoría absolutamente berreta y sin sustento, el hecho de convertirnos en "hinchas" de una fragancia tenía que ver con que definían dos tipos de hombre absolutamente distintos, a saber:
Hombre Axe Fraîche: lo suyo no era el estudio, había repetido varias veces el mismo año, circulado por varias escuelas de la ciudad por su mala conducta, o, lisa y llanamente había abandonado los estudios, para dedicarse a trabajar o ... a nada. Infiel, mentiroso, capaz de hacerse el novio solo para cogerte. Hoy se lo puede ver llenos de hijos (con muchos a cuestas y quizás otros tantos pululando por ahí , aun sin gozar de su apellido). Vocación: repositor de supermercado o pibe chorro.
Hombre Axe Marine: lo que se dice un chico de bien, estudiante promedio, apto para novio. Terminó la escuela y quizás estudió algo. Un buen pibe.
Claro que como ya dije, esta teoría no tiene ningún tipo de sustento. Jorge, el novio de Laurita era un hombre Axe Fraîche (o al menos compartía muchas de sus características) que usaba Axe Marine. Y ella tenía un frasco de este último desodorante, todas teníamos una botellita de la fragancia de nuestro "amor" y rociábamos con ella todo lo que estuviera a nuestro alcance. Preferentemente era alguna prenda prestada por el sr. en cuestión, supongamos un buzo, que llevábamos a todos lados.
Pero Laurita, encontró mejor destino para el Axe. Después de algunos intentos de perder su virginidad, sin lograr Jorge penetrarla, decidió terminar el trabajo ella misma. Ella lo contaba como quien explica a una amiga la forma de colocarse el primer tampón sentada en el bidet y remataba diciendo:
- Yo perdí mi virginidad con un Axe Marine.
Desconozco si esto en verdad fue de esa manera. Desconozco también cuántas otras veces se valió Laurita de su Axe Marine, mis amigas y yo éramos lo suficientemente moralistas e inquisidoras a los quince y, como un gesto vale más que mil palabras, aunque no condenamos abiertamente sus prácticas con el desodorante, ella no volvió a hablar del tema. Una verdadera pena.

POR QUE.

No hay un por qué. Una vez G. me dijo: deberías escribir un libro sobre todos tus amantes. Un libro no, no soy escritora ni pretendo serlo, hay gente en verdad talentosa que es capaz de contar su vida de manera atractiva. Pero un blog... la realidad demuestra que para eso, no es necesario saber escribir, ni tener algo interesante para decir, mucho menos tener una idea original.

Y la idea resurge hace poco. Un mes sin sexo... y contando. Una relación obsesiva me llevó a optar por la abstinencia sexual, especialmente la abstinencia por el sexo ocasional. Porque terminó siendo "coger al pedo". Alguna vez le dije a ami amiga V.: estás cogiendo al pedo nena. Desde ya que esto no implicaba una valoración moral sobre la conducta de V., nada más lejos de eso. Pero cuando el sexo con desconocidos se convierte en una práctica compulsiva, deja como resultado experiencias que son de mediocre para abajo. Y llegó el día en que V. me dijo: te acordás que una vez me dijiste que estaba cogiendo al pedo? Bueno, vos ahora estás haciendo lo mismo. Un silencio largo de mi parte, hizo que V., que odia que sus palabras sean entendidas como sentencias morales, empezara a intentar una serie de explicaciones de la frase "coger al pedo". Claro que no hacía falta, yo misma la había utilizado para referirme a ella, entendía lo que me quería decir, y la tranquilicé: ya se boluda, tenés razón.